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Xibalbá

oh hermano,
allí había dioses, jóvenes y ancianos
que hablaban y peleaban entre ellos,
un gran dragón barbado, de cuyas fauces
salían extrañas personas,
allí vi la muerte de un viejo dios
rodeado de ciervos y bellas muchachas,
el sacrificio de un niño-jaguar
y muchas danzas macabras
            y juegos de pelota

allí vi muchos animales poblando el lugar:
felinos amenazantes, pavos y agutíes,
murciélagos asesinos, pájaros de agua,
buitres y águilas,
serpientes con seres atrapados en su anillo,
monos, búhos y mosquitos gigantes

de vez en cuando, aparecían
Hunahpú e Ixbalanqué, rodeados de enemigos
como sombras danzarinas de una hoguera
y en el fuego, suspendidos, el gemido y la alegría,
sentí un aire frío correr profundo por mi espalda,
a veces, todo sucedía en el agua,
otras en lo que parecían ser palacios,
palacios de los señores del mundo subterráneo,
imagino

ya coloqué los vasos con las pinturas, las ofrendas,
como tú me enseñaste,
ya vi el río de la vida adentrarse en la tierra
y al fondo, muy al fondo
el agua brillar con el nacimiento de un nuevo sol
lejano, que surgía del sol de la noche

ya no sé si soy hombre o vegetal
oh hermano
veo la inmensa grieta en la pared de estrellas

    y oigo el agua gotear sobre mi cabeza…

Este poema utiliza frases literales del libro Laberintos de la antigüedad, de Miguel Rivera Dorado.