Más allá de donde aún se esconde la vida,
de Dedicatoria, de Leopoldo María Panero
La vida se decolora
en orines. Trabajos y vacaciones,
festivales de la violencia que al niño consumen,
misterio ocasional de un esplendor
la vida no pasa de leyenda, circo de retales
en que unos pastores hablan con un dios, enceguecidos,
quién sabe si por azar de ruidos
mancha en el muro o sexo ahogado en avidez,
las flores mueren
en los palacios de la autoridad,
los artificios de la palabra, el muñeco de trapo,
el árbol seco, arañan el papel
con savia negra, tenaz,
emblemas del vacío de ser nombrado,
no menos violento que ser omitido,
negado, el origen,
palabra borrada en sí misma.
Hay que volver a decir orquídeas, y blancos lirios
de sangre piedras y cuchillos, contra
la noble norma del sentir
para recuperar la infancia
del desinterés.
Despedazado el libro del nombre y el valor,
el perro encenderá la hoguera
y ya nada habrá que esperar de él, salvo
saliva y ceniza en la punta de los dedos, contra aquella pared,
casi a oscuras la cueva,
trepidación de un casi invisible venero1
frente al resplandor
del poema.
1 venero: manantial de agua; raya o línea horaria en el reloj de sol; origen y principio de donde procede algo. DRAE.