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Trifulca de poetas

   Dejad que se peguen,
son los egos en el campo de las sombras
                 esos seres, que
en un incienso exponen la luz,
no de un dios ni de la ilustración, ya ciegas, sino
la luz que resta en el tránsito a la noche
y se acumula en el charco
           la luz que derrama la oscuridad
de un alma amputada, cuasi inerme
cuya única posibilidad es ser poema (o muerte).

   Eso tan lejano del día y del pulgar oponible
o el compromiso social,
poema humedad, pregnante semilla
principio de ambigüedad o
incertidumbre de partícula, que nada pide:
                  en ese minuto, son.

   Luego,
levantan la cabeza, origen y condena de su vida,
gran falo
y quieren guerrear con igual su auto ofensa
el prestigio de los cuernos y los huevos colgones,
mear la página del otro,
presente-pasado de una especie
              dejad que se peguen,
y en su ridiculez
nombren la boca negra del ser, la simple cueva
y su rostro pasmo ante las sombras que danzan en la piedra,
y su necesidad de nombrar, de abolir lo incierto
bajo su piel de burdeles,
           la luz que derrama la oscuridad.