Prendido de este último afecto
la pluma quema en mis manos
el salto contra el pulido espejo
el hueco, el vacío en que no soy nada
queda abajo, ahíto de voces perdidas.
Triangulación del poema,
¿dónde pongo el andamio
para un viaje que no es tal sino
constante proceso interior, construcción
sin planta?
No hay mayor gratificación
que la extraña danza del verso, cruzando
como un péndulo suspendido
la anemia de la vida administrada,
de este
último aliento, afirmación de lo incomunicado,
vampiro.
No orgullo, sí palacio y ruina
en delicadísimo equilibrio
fiel que mide el peso de mi alma
contra la pluma de Maat y su ídolo.
¿Soy acaso justo de voz?
¿soy acaso escriba, presunción o lamento,
inocente?
no he sustraído las ofrendas a los dioses1, mas
he puesto mis labios en sus venas.
Prendido de este último afecto y afirmación de lo incomunicado, frases tomadas de La vida dañada de Aníbal Núñez, de Fernando R. de la Flor, pág. 97.
1 del Libro de los muertos, libro de oraciones del antiguo Egipto.