Fuera hermoso morir
Capricho de Aranjuez, Guillerno Carnero
Pronto envejecemos,
sin conocer la dignidad.
Anónimo yo mismo
siendo parcial, a toda ley me atengo
y muero ahogado en Venecia, la merda sulla bellezza
dogos y turistas, sus aguas negras
de sedas rituales y esclavos en París, pintado,
en Torre Farnesio estanca y caído en la sombra
pavesa de la hoguera católica de Ávila, y pendant
de Aranjuez, preso en boiseries, y hojas de fresa, y
piedra marchita y ojo de nácar
el cuerpo fusilado
amplio en tapia de Castilla, 1936
embutido en traje de Burgos, beige, sangre yerta tripa de
cerdo y procesión geométrica
de un dios cuadrangular y casto;
yo
pisoteado por el caballo Bribón en el barullo del Prado
o aplastado por la rueda de dios, oh
herida, por el plomo en la cacería
negado en cuestión, en la máscara del espejo envenenado
de Eufrósine —belle dame sans merci—
la mueca del poder
enganchado guante en la cancela
lobo erguido en cepo que
brega, y aúlla…
—todo prefigura la inocente matanza actual—
hundido en la alabada barbaria del pueblo, oh
exhausto en el retrato desalmado de las ventanas,
en su filo de cristal y garganta
degollada por cuchillo de luna mientras,
elidido bajo el limo de lienzo y polvo,
callado,
grita su nombre en la Piazza de la Historia
junto a moscas, monarcas y crisantemos,
y arde, arde
bajo la verde bruma de la boca del invierno
y se hiela en lúgubre estancia y rencores
por no morir de esta manera
impotente afán, espada de plata que cae del cielo
derretido por el oro
al claustro caudal del pensamiento en que
pétalos de rosa divagan, y la palabra se hace carne
a su imagen y distancia,
perdido el afán en el bosque, hijo
caído camino de la nada, dicen gloria
a dios, a todas las mentiras y máscaras, tan viejas
como el mundo
el veneno para el poeta del crimen es dulce,
asimila peor los plomos y el fondo del río Nevá,
devorado por las réplicas que el sol enciende
en el agua, a ras
luna nueva en el alma de los peces,
pues hay más vida en esta muerte que
en vuestro ser azul, comme il faut.
Sí, aún hay enemigos, los mismos,
y necesidad de nombrarlos
bajo la piedra;
poesía amarillo a cambio de mi vida y tierra,
—un ciego niño juega con la muerte,
bien acogido, de todos rechazado,
¿una cocacola, Leopoldo?
El primer y penúltimo verso son de la Balada del Concurso de Blois, de François Villon.
El verso un niño ciego juega con la muerte, y otras palabras y, sobre todo, la contra-idea general, son de Dibujo de la muerte, de Guillermo Carnero.