el cuerpo yace sobre el luto del suelo
el arcano sin nombre pasea
la ribera del Nilo
no hay colchones
sábanas o manchas de humedad
en la boca del cocodrilo unos ojos
el cuerpo los mira en un bostezo
la saliva es toda sed
hace meses que espero la crecida
la piel de la tierra craqueada
semeja Kiefer
un campo de batalla cubierto de olvido
un campo de amapolas desaturadas
nunca hubo explosiones en este centro
y el cuerpo se remansa en la orilla
hasta desaparecer en pequeñas joyas
el sol y los ojos del mito
—resulta inútil especular este punto—
entre el sueño y la vigilia
de quien es menos que el cocodrilo,
el arcano sonríe
primer limo en sus dedos