Pudo alcanzar a tener la certeza de que
no hay nada, en la creación, que
en última instancia no esté destinado
a perderse.1
Quemar el poema en ceremonia
sobre la piedra,
el poema perdido, el poema hallado,
las abatidas aves palabras que
no pueden restar hojas secas del otoño
que ya cumplieron su función.
Ante la angustia del tiempo
tinta en el suelo viendo pasar las estaciones
los fantasmas, arrepentimientos y duelos,
drenar la herida de una vida dañada,
por un instante,
frustrado deseo de unidad, en un silencioso
modo vuelo y secreto
más roto que descosido, el aliento
de quien dice y calla,
una verdad que no necesita serlo,
arde.
Encontré hace años, en la calle,
una página arrancada de El templo del pabellón dorado,
de Yukio Mishima,
rota y manchada y pisoteada hoja.
En el centro del texto,
estas palabras:
continuamos nuestro camino hacia el crematorio.
1 Fernando R. De la Flor, a propósito de Aníbal Núñez en su libro La vida dañada de Aníbal Núñez.
Lá página del libro de Mishima encontrada, finalmente dió lugar a un collage que aquí puede verse. Está en la sección Ideológica de este sitio web.