Ruego,
ferviente súplica hacia alguien o algo.
Ars Combinatoria1 y por dentro,
un mismo agujero, el envés del vestido. Y un clavo.
Crisolina, revoloteo, magia para niños,
liturgia sed, escarabajo de metal ante el espejo.
La sábana siempre pulcra, arrastras cadenas
a tus pies.
Amanece en vano la polilla,
fiestas del humano que apenas mueven velos
épica del vacío en el papel y su brillo
glosa en el poema para destruir el nombre
la asimetría del rostro y la vena,
luz en las vitrinas
el pensamiento siempre coincide
con el cuerpo presente, nunca sin él,
un fantasma que mira, incluso en sueños,
a través de las manos, esquemas ciernes2, deshilados.
Que nadie me sostenga pues, cuando,
junto a la hoguera,
balanceo las hojas y las ramas dobladas por el fuego,
que nada sostiene la página que no sea
la súplica o el ruego.
Lejos queda la substancia
del sujeto. Lejos.
¿Tomar los hábitos nocturnos? Es tarde ya.
Juego y pierdo.
Esta roca, quizá se mueva3.
1 Ramon Llull creó un sistema filosófico de conocimiento (conocido como Ars, Ars combinatoria) para demostrar de forma racional la existencia de Dios. De esta manera desarrolló un lenguaje con vocación universal que se sirve de un conjunto de figuras geométricas y símbolos, que combinan letras y conceptos, para establecer relaciones entre elementos. A día de hoy la combinatoria es un ámbito de las matemáticas que se ocupa del estudio de los elementos de un conjunto y las relaciones que existen entre ellos, por ejemplo, el cálculo de probabilidades.
2 ciernes: de cerner, cribar; examinar; depurar; llover suave; dejar caer el polen; mover las alas un ave sin alejarse del lugar en que está.
3 Esta roca, quizá se mueva: mi intención era poner amén. En hebreo, la traducción del verbo aman, del que procede amén, es algo así: estar apoyado sobre una roca firme con la certeza absoluta de que no se moverá. Obviamente y más allá de su certeza, esta lectura es fascinante.