espectral y balbuceante
bajo el foco de la disciplina
el invierno escribe
en los márgenes del cuerpo
la palabra prohibida
el sueño, la noche
y la semilla
busco mi rostro en el charco
la lluvia de anoche
y veo que estoy ahí
aún, como un espectro
como un azar de la tierra
o un yerro del sol
los pájaros bajo el martilleo
regular del día
algún perro que orina, junto a mí
el viento, todopoderoso
entra y sale de la jaula
sin esfuerzo, sin verbo
es invierno,
el tiempo ha pasado,
olvidados el día y la noche
—mi sol es falso y constante—
la lluvia y la sed
pelean con las palabras
a rastras defeco
bajo el cadáver del poema
—gracias Leopoldo—
a rastras arrastro mi culo
por no usar los cantos
de ese libro suspendido
el libro condenado a ser
último papel, higiénico,
es ahora mi guía
y derramo en su filo
todo el agua de este pozo,
que no escape la voz, me digo
yo soy el agua de esta noria
yo soy el clavo del poema
yo soy
el viento que deviene otro
refugiado en las orillas
de este cuerpo, y de ese libro