—a propósito de Bergson y Benjamin
el tiempo lento abre los poros,
los ojos más allá de los ojos
el arrebato solo es
la capacidad de enfocar en la vida, como caos,
un fotograma blanco
la misma inasibilidad del sueño
es la del fascinado ante el objeto que aparece
—no como producto de cultura
sino como ser
miraba yo aquel anillo—
disueltos en perpetuo flujo, diría Benjamin,
vivimos cuando nos alzamos del sueño de la razón
en la calma, la permanencia no existe,
todo es devenir imposible de abrazo,
pérdida continua tras el gozo
que no debe sufrir
la siembra está hecha
y nacerán armonías nuevas en el polvo del espejo
o el vaho de la ventana
no se puede disociar vida de sueño,
mirada de ser,
¿es esta la visión infantil?
el blanco está en lo lento que habilita la reflexión,
apilándose —élevage de poussière, dijo Ray—
nueva evidencia
—hay que lavarse los ojos entre mirada y mirada,
añadió Mizoguchi,
llorando en la ventisca del desierto—
y nacer de nuevo cada día
acumulando mirada, no razón,
en una teología profana
(rumor de páginas que mueve el viento)