Cuando el poema devora la boca y,
resto mudo y azorado, hacia afuera
cae, como parte o fragmento
balbuceo desglosado, y enfático enmudecer.
Cuando
como roces o miradas, miríadas de voces o
bandadas de gaviotas ensuciando el cielo
de oropel,
el texto se rompe al contacto con el aire
y la dulce crueldad del día se encofra
en un muro de extranjería sin musa, quasi afásica,
y soez.
Excelencia del no-lugar y la no-palabra,
cetrina cetácea, hercúlea,
la música se derrumba, burlada
en la escasa memorabilidad cotidiana, acre sulfuro;
ni rastro de lilas que, histrión,
laman la lengua o el lóbulo.
En ese manera y medida,
la boca desencaja la belleza del inútil decir,
y el puzle se arrastra por el limo imaginario,
lar de las virtudes.
El impulso originario y el vacío
que avienta el existir:
Bassin d'une fonteine de figure ronde1
(imaginé las gotas de agua cayendo incansablemente
y para nada,
de la fuente en su plato de piedra).
1 La idea inicial fue la dificultad de volver al habla cotidiana después de escribir poemas y la mudez que ello provoca. Esas palabras no pueden convivir en el mismo espacio del trabajo cotidiano y se destruyen o ignoran. Rondó (composición musical cuyo tema se repite o insinúa varias veces), surge de la música que estaba escuchando (Pièces de viole, de Marin Marais) y, desde luego, el tema ya es lo suficientemente importante para mí, y repetido, para ser tomado por ese nombre. Busqué, queriendo lucubrar, rondeau en el Petit Robert, y la acepción del siglo XVII me encantó: plato mayor, o cerco, de una fuente de forma redondeada: imaginaba las gotas de agua cayendo incansablemente y para nada, contra la piedra del cuenco de la fuente.