—Guido y Pier Paolo Pasolini en la memoria
sobre todo el poema cae,
cuando el ataúd llega arrastrándose,
la memoria de Guido
su interpretación del mundo,
siempre la interpretación bajo los pies
cansados del sentido
la guerra había llegado a su fin,
al fin de los días,
y enfrente, las noches,
los juegos, las flores dormían
como grandes autores bajo la luna,
acunados en su amarga leche
mientras la tierra se desmenuzaba
tiempos de guerra transparente
sin olor ni muerte definitiva
la paz de los mil días
y una lenta invasión de golondrinas
que cagan como llueve blanco satén,
plateando las sienes del guerrero
la lucha de las pasiones
escritas en la piedra del espíritu
y Guido muerto, y callado,
para esto,
todo su delirio, todo su desvelo,
todos sus amores
cayendo a tierra como
excremento de golondrina estéril, secante
en un paisaje blanco y eterno
de sucia santidad y olvido
toda resignación es útil, Guido,
ante el desamparo del hombre o,
mejor, ante su vacuidad,
luminosa como un ascua en ciernes
ante tu boca, tus ojos, tus oídos,
la respiración de la caverna
el don que desconfía,
el silencio que cura,
el poema como pistola,
¡qué alegría
haber matado a nuestros hijos!