a Aníbal Núñez
el lenguaje, es decir, la impotencia
Fernando R. de la Flor
nosotros queremos ser los poetas de nuestras vidas,
primeramente, en lo más pequeño y cotidiano.
Friedrich Nietzsche. La gaya ciencia
¿Reducción de la vida al poema?
Excavar en el pozo de la palabra, propia o ajena,
escarbar en busca de algo, algo
que nadie conoce, ni necesita.
¿El poema de la inacción,
del estático blanco y ruido, de la radiación de fondo,
clavados en la frente para ser
testimonio o, peor, orgullo
como los agujeros de un cementerio, y los cuerpos
allí olvidados?
¿Es ésta la acción, es éste el poema, hoy mismo,
prestar una escalera a un trabajador desconocido
porque así debe ser y puede
—parece que extraño—,
y recoger su agradecimiento (y un cierto placer en el pecho,
una emoción, azorada)?
Ese movimiento —sin interés—, ese riesgo que
se derrumba ahora en la página
entumecido como un mamut en la tundra helada,
ese acto sin (de) vacilación que se desplaza en el tiempo
de la analogía,
como si no fuera nada,
contra el poema que cree serlo,
este argumento de discusión, de disvalor,
de contra-mercancía, natura que quizá
mañana
olvidaría, si no fuera por
su cadáver sobre el papel.
¿Es aquel el poema,
trascender sin medida?
…
Myra Hindley, famosa asesina, me aguanta y tensa la mirada desde su ficha policial, introvertiéndome, haciéndome buscar en el espejo de los ojos que se encuentran, un porqué o una necesidad
Escrito siguiendo los capítulos Golpe de sombra, y El desdén, de La vida dañada de Aníbal Núñez, de Fernando R. de la Flor. La vida misma (desembarazada de todo tipo de prevenciones pequeño burguesas) como poesía. La producción simbólica (práctica institucionalizada) como farsa, lenguaje como impotencia, en el que las vidas bajo el capitalismo espectacular tardío siempre se refugian, y a través del cual realizan sus pactos de conformidad y gestos de asentimiento ovejuno. (pág. 88).