porque toda relación pasa por el dinero
—el dinero que, decís, separa del tacto, como el virus—,
se lo tomaron personalmente —quizá no me expliqué bien—
su existencia pasa por estar en el mercado —mercado o inexistencia—
aah, el capitalismo malvado que nos devora
que nos anula,
toda esa resistencia no es más que un punto de vista burgués
y una factura con iva
—resistencia con precio, fetiche—
—¡nosotros queremos vivir de esto! —dicen,
pero vivir es alimentar a Moloch con la carne,
con la sangre
con el tiempo,
¿y el sueño, espíritus surrealistas,
y el sueño!
¿también debe ser arrojado al eco de esa boca insaciable?
ni un segundo de duda
para alguien acostumbrado al pensamiento,
a las esquinas, a la bruma,
ni un segundo de duda
—como mentar a la madre—
ni un segundo de duda
pieza de puzzle, el sistema te ama
como el granjero a los conejos que desangra
sacándoles los ojos primero
para que den más sabor al arroz,
¿a cuánto está el kilo de sacralidad?
—y ya que estaba viva tenía que seguir viva. —dice Angélica,
quizá este es el drama
quizá no hay otra vida
y este sea el cuchillo que me separa
de vuestra industriosidad,
por amor o por cobardía,
el limpio cuchillo que ahora es mi espejo
no creo que el erotismo sea una forma de resistencia frente al capital,
sí una ideología,
—tu erotismo es mi pornografía—
una subjetividad plena e inelegible,
un fantasma más vivo que la vida,
una promesa inalcanzable por la imagen o la palabra,
un sentido,
una condena,
¿a cuánto está el kilo de condena?
—y una bestia se paseó por la sala,
y su baba pringosa ascendió nuestras piernas,
y secó nuestro sexo
y cegó nuestra voz y ahogó nuestra vista,
y supimos que esa oscuridad era el humus
donde crecen las miradas.