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no sé si soy un burgués

—bukovskiana—

no sé si soy un burgués,
¿sabes tú qué es eso, hermanx?

mi padre era portero de vecinos,
sin plena dedicación, gustaba decir,
—rebotado de fábrica y andamio,
aceptó tres horas a diario y un piso en especie,
modesto, muy modesto—
no quería más, no necesitaba más,
no pedía más,
robábamos muebles a la policía

mi madre fregaba suelos de oficina y
casas de señoras
que no querían ensuciarse limpiándolos,
mi madre quería más, necesitaba más,
pedía más, siempre disconforme,
y trabajó por ello

no teníamos cuarto de baño
en ese piso tan modesto:
nos lavábamos el culo en un barreño azul,
la intimidad apenas se había inventado
y mi espacio se construyó hacia adentro,
poco a poco,
un hormiguero mental

yo nunca tuve una habitación,
dormía en la misma que mis padres
en una cama plegable que chirriaba,
y así cumplí veintitrés,
chirriando y volviendo a chirriar,
plegándome y volviéndome a plegar

no sé qué quería mi padre, cual era su plan,
puedo suponer que ser y estar, sin huella,
subyugado por sus propios fantasmas,
por su humanidad fuera de juego
aceptó esa vida reglamentada
en que se hace lo que se debe, yo creo
que sin saber

sí sé qué quería mi madre,
vivir mejor cada día según lo que debe ser,
apegada a la necesidad y a la sublimación,
la religión de la vida,
el engaño de la vida, el milagro,
quizá en su cabeza eso era la felicidad,
lo desconozco
igual que, entonces, por qué le eligió a él

yo soy el escombro arrojado,
el fetiche de su ignorancia y su inocencia,
yo tampoco quiero nada, pero,
a mi manera, acepto esa vida administrada
que tanto asco me da,
para mí solo hay un valor, y no es de cambio:
el tiempo,
el tiempo en que soy y estoy

no sé si soy un burgués,
creo que tuve una mirada sobre eso en la infancia,
en la comparación con los amigos,
en el paso de los años y todos aquellos
sus deseos cumplidos,
chirriando y volviendo a chirriar,
plegándose hacia afuera

¿sabes tú qué es ser un burgués, hermanx,
o si puedo no serlo?