no, el tiempo no es eso, cariño,
no soy un reloj marcando el paso en un camino
hacia atrás,
es más abrupto
como un balcón desnudo o una esquina de viento,
como un suicida que se estampa contra el suelo
desde el bello Viaducto, levantando a las palomas,
te desperezas y apareces en él
invitado a una representación sin diálogos propios
abandonado en un escenario
—un niño perdido en la esquina de la gran plaza—
conozco, pero… no sé
parecen mis lugares, mis sentidos, mis deseos
mi vida invadida por otros
apropiada, expropiada como en un trabajo,
han entrado en mí
han recreado mi pasado
cada uno de los puntos dorados de mi frágil memoria,
pero lleno de errores:
falta un árbol grande que tapaba aquella casa
falta la pequeña plaza de granito, inhóspita
en que mi infancia resbalaba bajo un rey de piedra,
falta la gravedad,
ahora todo parece ligero, desabrido, numérico
han arrancado de mi vida los conceptos
sin sangre y sin carne, sin amor ni miedo,
sin juegos ni azares
y ahora todos esos lugares, esos sonidos y palpitaciones
—eso todo—
es carne picada del tiempo continuo
de mi ser abrupto
de mi sentirme trágicamente digerido
y diferido, ausente de mi vida
como si solo el pasado lo fuera, —mi vida—
y el presente de este poema
no fuera más que conciencia de esa pérdida
de ese robo
me sorprende que los turistas del futuro de mi infancia
no me señalen
no me saluden y reconozcan como parte de esta historia,
me sorprende no ser siquiera un extra en esta farsa
—extra people, extra men —dice Peter Falk
mientras toma algo caliente en la roulotte
en un descanso del rodaje berlinés
y cree reconocer en la brisa, enfrente,
un ángel de su pasado, una certeza en su presente,
—¡compañero! —le dice
y le habla de disfrutar el té caliente,
las líneas de un boceto o el vaho en la boca del invierno,
loco de sí, introspectivo,
el actor que hace de sí mismo,
la íntima experiencia del suelo, la aceptación
de esa vida continua que solo vive en los momentos
sí, quizá solo sea eso el tiempo
cada uno de los disparos
cada una de las balas que el héroe recibe
antes de caer sobre el asfalto de una calle de París
cada bala es conciencia del tiempo abrupto,
entre medias
solo hay sueño.