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Mi viaje es interior



Compro muchos libros buenos; leo muy poco de ellos.
Wallace Stevens


Rebusco en vuestras palabras
sin encontrar ese jardín interior del poema concluso,
la singular inmovilidad
el viento,
la contradicción
     ¿dónde están?
          la suprema elegancia del enigma
siquiera su eco
o el engañoso silencio de la noche en que lo escribí,
todo perdido en cuatro páginas…
                  tan difícil.

La poesía no tiene más objeto que ella misma.
Su fin no es la verdad, sino ella misma
, decís.

El título, su composición, lo elegí yo, y
       parece ahora una gran losa de piedra
que nadie podría mover,
una losa hecha de vapor de agua
de mi aliento
          quizá de ensoñación u olvido...

(un tiempo después)

Ah. Sí.
Por fin encontré la referencia, la singular inmovilidad,
que no es más que la del cuerpo del poeta.
             Y siguiendo ese rastro
sobreviene el jardín todo, que solo puede ser interior, y
que bien podía haber dicho él,
           y comprendo ahora porqué
me detuve en esas palabras
como ante una fascinante niebla:

frente a la insistencia de otros en la bondad del viaje,
yo, mucho tiempo antes,
con vergüenza, musitaba,
—más para mí que para ellos—
               mi viaje es interior.

El viaje cambia las palabras y, a veces, el sentido.
Mañana no me reconoceré.

Buscando, un día después, las fuentes de mi poema Todo jardín es interior al enigma, en el Prólogo de Andrés Sánchez Robayna a De la simple existencia, Antología poética, de Wallace Stevens, que es buscar el sentido del propio poema, el porqué de mis elecciones, escribí este buscando en vivo mientras escribía hasta encontrar y, quizá, aclarar algo, más allá, de mí mismo. No sé si esto es un abismo.