una memoria sin vida,
le llamas
a construir cercos alrededor de la nada,
de lo transparente, de lo invaluable,
del azar y sus mentiras,
una memoria sin vida
como flores entregadas al ocaso, del mármol
o madera al fuego, y su tiempo
y su hambre
y mirar,
mirar fijamente como arde, fría,
la memoria en sus resplandores,
unir la ceniza en los dedos, y frotarla
apretarla en las yemas, como ojos
de insectos imposibles,
y encontrar la belleza y el recuerdo, ciego
y el hilo de una vida
dibujada en sus posos
como restos del sueño de un galeón hundido
o piedra aleatoria que te nombra, o transpira tu deseo,
todo es, o puede serlo,
si la necesidad es suficientemente grande,
parte de algo que ya no existe, pero habla
o existiendo se transforma
ungida de nuevo, y luego,
apostata.