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Mal de noche



siguiendo páginas perdidas de
Frankenstein, de Mary Shelley

en el recuerdo, la emocionante serie de tv
La revolución romántica, de Marcel Brion, 1982






              Elegante rebelión del mal,
oscura potencia y apogeo
de una gloria prohibida
  —An enquiry concerning political justice1—, todo
sueño de la noche. Soy
          un hombre de mi tiempo
bajo el humillante peso de las horas.
               Aplastan mi cuerpo
contra la sábana,
útero de mi olvido, dorada tierra de quimera,
  —dialéctica del tejido contra mi forma—
y la lengua que me nombra, médula,
como fría seda azul de superstición
               atardecer deduzco,
lo pienso,
honesto como estrella o monstruo imbuido
en esta desazón de leyes y códigos.

    Oscuros recovecos me alimentan,
llevo el espíritu cargado en la espalda
  —una madre anciana que abandonar en el bosque2—,
y sus colmillos en el cuello
y un deseo de sangre aullando idea
  —todas las luces mirando al interior—
esperando un movimiento,
todas las luces del alma conmoviendo
  —íntima poesía—
la tensión superficial del agua, y su forma precaria.

    Virtud de una utopía es ser demente3,
cometer la suprema sinrazón, el monumento, la creación,
el monstruo,
      el monstruo
con la voz enrojecida y la frente estrellada,
deforme hijo de mi aliento, espejo de dignidad
infancia en la palabra.
         Miro mis manos como si fueran de otro
estigmas eternos4,
y pierdo el nombre, y veo
la juventud de la madre que me dio el ser5
               en mis palmas6, iluminada.



1 An enquiry concerning political justice and its influence on general virtue and happiness (1793). Libro de William Godwin, padre de Mary Shelley e ideólogo de un naciente socialismo/anarquismo, y pura contradicción vital.
2 de La balada de Narayama, película de Shohei Imamura.
3 demente: del latín dementis, "el que se sale de su mente".
4 El romanticismo es una gracia celeste o infernal a la que debemos estigmas eternos. Texto inicial del capítulo 5, (La Noche), de La Revolución Romántica, de Marcel Brion.
5 Alfred de Musset.
6 En el cine de Alfred Hitchcock, todos los asesinos se miran las palmas de las manos.