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Larisa Fiodorovna

la espada que corta, la espada que mata      siempre está
desnuda lengua y aún
        no ha dicho nada, cementerio ni   huesos,
oh, Frankenstein donde todo es posible y elefantes
basta con escucharte         en la soledad de la fiebre,
oh la risa Zhivago para romper el espejo     de la sociedad
y entrar en melodía de bellas lágrimas  como el manantial
que brota nativo donde orinó la doncella,         mas
              de qué hablamos cuando decimos
desvelando manos que quizá dibujen en el aire
              viejas formas parecidas a una flor
      crecida en el cerebro de la paz o el exceso
rasgando la bóveda craneal,
           camino de perfección es el de la muerte
en cada paso, en cada soniquete        pálpito y traviesa
voz     cuerpo     en su eco innoble
             apenas lamento cuadratura del agua
                oh, ferrocarriles, venid a ver
el arroyo que ahora lleva su nombre         tranquilo
desordenado fluir de esperanzas         discontinuas