a Eduardo Hervás (1950-1972)
Y es solo para mí,
sucederá dentro de mi cabeza
y nadie escuchará el eco o verá el resplandor.
Quizá, solo aquellos que casualmente estén abiertos
muestren un reflejo sin importancia, un tremor
lejano como un principio, ya muerto,
en plena floración.
Conocer su obra y su rostro, cuando él murió hace tanto tiempo. Hoy, ahora, con su fotografía delante, leer ese texto que es él, detenido en la imagen y aún temblando en su composición, en su mantenerse materia y pensamiento, espuma de plata y sintaxis, vibración. Eso que veo está muerto, mas su luz, aún me llega de tan lejos y, hoy, ahora, aquí, no lo está… Aunque no puedo ser consciente de su ida, pues no la vi ni la veo, ese tremor sin importancia me muestra la flor de un pasado remoto enfrente, un fantasma más vivo que la realidad de esta práctica vida administrada.