—a Georg Heym
el que crea que vive de pie
es un ignorante o un miserable;
de pie solo se muere.
Solo el amor puede perseverar aquí
en la tarde o el cabaré de papel,
en la gran guerra de la época
que nos toca vivir de rodillas,
albacea del destino
que confusamente garabatea,
—los márgenes importan, las esquinas—
las etapas del viaje
en que el sonido emerge y se funde.
El recitador
mudo ante la imposibilidad de la vida
escribe contra el viento
contra la marea, contra la propia expresión,
dragando constante mente en su boca
la maraña ilegible que
un aliento de biblioteca asienta,
emergente amor
bajo el hielo de la palabra y su grisura.
Siguiendo las páginas 8 y 9 de la introducción de Montserrat Armas a Umbra vitae, de Georg Heym.
Havel es el río en que Georg Heym murió ahogado con un amigo cuando patinaban sobre su superficie helada.