a Clarence Barlow
Déjese crecer la uña del meñique,
larga.
Friccione con ella hasta rasgar,
las venas de su muñeca.
Moje la uña en la sangre derramada y
palpitante
y escriba,
escriba como si no hubiera un mañana.
Si la mecánica le incomoda,
deseche la escritura
recordando que
nada hay entre la tinta y el papel que
pueda ser comprendido.
El cuerpo es el mecanismo que permite la escritura. En el papel, el pensamiento es reducido a garabatos de dos dimensiones visibles, y otras arrolladas. En ese desfile está cifrado el secreto del pensamiento, aparentemente coagulado. Desencriptar, o creer que lo hacemos (interpretar), es vivir. Fantasía animada de ayer y hoy.