Encontrar en ellos algo que me nombra:
no maestros, sino espejos.
Espurio espejo
sombra de un árbol en el asfalto
contorno de sol
mancha en el muro que te habla,
una palabra, la infancia,
el deseo de ser,
el deseo.
Encontrar en ellos una sangre,
que tampoco es mía,
mi ardor,
el común denominador de la existencia
y la diáfana experiencia de ser en tránsito.
Encontrar la soledad que,
como la enfermedad de un niño,
parece eterna, y lo es,
derramarme en ella.
Encontrar en la corriente del río
la sostenida mirada de una mentira que
parece resonar, vívida
acción del tiempo arrollado que la mente
supone entender, y solo
interpreta:
la dulce soledad del reconocimiento,
la mirada de una fotografía,
la falta.