En el poema,
la mano quiere amnésica iluminación,
biblioteca en llamas,
esquiva tentación de la muerte
en la punta de los dedos.
Después de varias iridicciones1,
la palabra siempre le alude,
espejo de madrastra o anónimo libelo,
—la serpiente habría justificado la elección,
manzana, ojo, connotación—.
Pérdida del habla
que me hablara
desde el perlado duelo del deslumbramiento,
carro del rey2 que pasara por encima
de mi blando cuerpo,
barrizal consecuencia y/o despertar
del sesgo transmitido al bies,
lettera amorosa del ajusticiado en el penal,
o, lirio3 reventando la carne del hermetismo,
solo soy lo inter-medio, diría Klee.
He respetado al máximo mi superego4
en estas traducciones de su…
dormancia o dormición, sin apenas manchar
mis manos, aún hoy,
cerradas para mí, dominio.
Siguiendo la Nota Preliminar de Alicia Bleiberg (traductora) a Común presencia, de René Char.
1 iridicciones: palabra combinada de iridáceo (hierba bulbosa rizomática, como el lirio), iridiscencia (reflejo de colores, brillos) y dicción (manera de pronunciar).
2 La imagen de El carro (del rey), apareció fuera de texto. En una lectura: una carta (¿jugada?) que avanza hacia el éxito. ¿Sus peligros? la imprudencia y la inflexibilidad del conquistador que no duda de lo lícito de su conquista, de sus medios. (La vía del tarot, Alejandro Jodorowsky)
3 lirio: blancura, pureza, generación, afrodisíaco perfume, tentación; que cantan los transportes de la mente y los sentidos (Baudelarire), lunar y femenino (…) Del Diccionario de los símbolos, de Chevalier y Gheerbrant.
4 superego: instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. Constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales. Surge del yo como resto de la etapa en que el individuo aún no ha superado el desamparo infantil y mantiene una estrecha dependencia de los designios parentales que son incorporados en esta instancia.