Doble rebus

Yo en el lado opuesto, en el lado del rebus.
Arrastrado por la violencia de los acontecimientos
que buscan una Forma.¹

Como un animal salvaje,
olisqueando un rastro que necesita comprender,
un turbio sentido disuelto en la página
quizá espejo, mayormente
necesidad.
      En esa distancia, la lectura de mi hocico,
elijo ¿al azar? un brillo,
un enlace de brillos
una constelación que promete misterio e irresolución
—sí, irresolución, seamos sinceros—.

Arrastrado por la violencia del deseo
dejo de estar al otro lado y
me imbuyo la idea que explique,
que mitifique este proceder
y recorte un sentido contra este mundo sin bordes
ni cadena.
              Yo, animal salvaje,
dejo de serlo atado a la idea
y devengo mártir voluntario de lo vano,
una novela abandonada en un descampado,
naciendo del suelo pútrido,
efervescente como la espuma de los insectos.
¿Ordinario?
No.
  Extra-ordinario, extra-mundano, extra-caótico,
extra-men.
     Erección del animal sobre dos patas, y
contemplación de la mancha dorada en la página,
de todo lo asociado, super-caos,
para nada.

El poema entonces, es una costra,
la sangre fosilizada de una herida que caerá.
Nace de la imposibilidad de fijar el orgasmo.
                    Quizá,
vivamos tan rápido que un nanosegundo nos parezca
la vida,
y esa efímera chispa violentamente detectada
un reflejo eterno de nuestro aparecer.

     Caigo después, de nuevo, sobre las patas.