como cada día
la pareja se abraza y besa interminablemente
frente a la pareja de policías que,
desconcertados,
bailan sobre su miseria uniformada
mirando arriba, mirando de lado
con la mano en la pistola
y el alma en el cargador
la pareja se besa y no se separa
contra la reja del museo de historia,
quizá una despedida,
quizá un hola,
quizá el agujero que no pueden llenar
los policías con su pistola
que miran a su alrededor buscando cómplices,
buscando policías
quizá la pareja ya no se separe
y toda su carne sea una grande y alborotada
sucesión de cuerpos lentos y líquidos.
los policías saludan brazo en alto
al funcionario mohoso de turno
apuntándose a la sien,
mientras en la acera opuesta
un charco de carne ya apenas levanta del suelo
vapor