a Georges Bataille y Hans Bellmer
Escalera de nalgas, baranda escombro, al trasluz
marrano las aves deseo y
sacro,
frotando el tejido erecto, yergo plemento.
Ekklesia2,
bulla de fuego, aguada la clave
esperando ahorcajada, espanto,
la infancia infame
supuraba tambores de nervios al suelo,
y sobre lápida sagrada, pendían pechos
nubes del cielo.
Palabras de piedra y lengua caída
anhelaban el plomo, arcos y dientes
gritaban vitrales,
la ojiva, amplia y abierta,
la boca negra, absurda y soñando,
la baba doblaba
la cabeza
a justos y necios
Cimbreo, de carne rosa y fresca.
—¿Y qué? —preguntó Simone (…) y reía a carcajadas.
—Y Simone se ría, igualmente, de la palabra.
1 Variación del poema y collage La risa que holla.
2 Ekklesia: gr. transcrito. En la Atenas clásica, era la asamblea de los ciudadanos reunidos para discutir asuntos políticos. San Pablo usó esta palabra para nombrar la congregación de cristianos.