a Gustavo Torner,
centenario.
Has tirado los muros de la casa
sin esperar a la muerte,
has decolorado el gusto
como el agua putea al hierro,
has hundido los techos
arrojado los ventanales al vacío,
has sacrificado la civilización
al altar de lo inorgánico, y
en el pozo plano de la última instancia
has hallado un espejo cristalino,
un terror de arena, un mar de canto que,
luego,
has querido domeñar en voces de geometría.
Fractura de viento, grano de piedra,
luz de la oscuridad que finalmente
te absorba
te dan la razón:
todos caminamos hacia lo indivisible.
Ante las pinturas de Gustavo Torner Catedral, de 1956, y Firmamento-tierra, de 1957.