Sobre los escombros de la nada
Manolo Millares
Y dejamos artefactos, y gritos
y lamentos, y bellos escupitajos, y
ensuciamos el papel
con nuestras secreciones, y
las intitulamos, y
nos revolcamos en su oscuro espejo, y
suponemos estar al otro lado,
enfrente, en la trinchera estética,
armados de cultura y sensibilidad
lejos del poder y la ignominia, y
conscientes, escribimos esto y aquello
lamentando sobre el lamento
como la estela cree nombrar el campo de batalla y,
con ello, los muertos.
O, inconscientes,
oh matisses,
creemos fundir la belleza que nos salve
de ser uno más, la cómoda belleza que
nos eleve de espaldas
a la cámara de gas lento que es la vida
bajo el capital,
y sumamos valor de cambio, más, y más, cegados
a la dictadura de la mercancía.
¿Es esta la vida de artista?
¿Es esta su dignidad?
¿Es este su sentido?
Soy una bellísima portada troquelada en la sombra.
Surgido a partir de estas palabras extraídas de Fernando Zóbel: los años 60, de Mª Ángeles Villalba Salvador: "Frente a afirmaciones como la de Millares, que decía: El arte no puede ser el cómodo asiento de lo inteligible, sino el camastro pavoroso de los pinchos donde nos acostamos todos para echarle un saludo temporal a la aguardadora muerte, Fernando Zóbel propone "el sillón de Matisse": Sueño con un arte equilibrado, puro, apacible, cuyo tema no sea inquietante ni turbador, que llegue a todo trabajador intelectual, tanto al hombre de negocios como al artista, que sirva como lenitivo, como calmante cerebral, algo semejante a un buen sillón que le descanse de sus fatigas físicas ...".