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Belleza desarmada


Stéphane vio la rueda,
tan ajena a su experiencia de humano
como un estupor vago tras un centelleo,
enfrentadas partículas en su furor, aniquilándose
cara a cara
sin espejo
     ¿cuánto ha progresado tu curación?
desarmar la máquina de la verdad
aparente
    evadido el sentimiento de realidad,
el melancólico sueño
en la doble dirección de un abismo,
               el espíritu de
los seres vivos giraba en la rueda
junto a su desnudez
y cada verdad adquirida no nacía sino de la pérdida,
no tanto del despojo como
del hueco en sí
siempre en asimetría: por eso sigue ahí
hablándote —o creyendo que lo hace, no lo sé—

Siempre deseando encontrar lo que haga inútil
ese espejo: un centro,
un vacío, una nada, una idea última, primitiva,
cerrada a pesar de no tener bordes,
una belleza desarmada
finalmente       perdida en la tendencia.

Solo a fuerza de golpes se descubre la certeza de
la materia y el concepto.


Siguiendo y sampleando Carta a Lefébure, 1867, de Stéphane Mallarmé.
A partir de este fragmento de dicha carta: Es justo lo que observo en mí –yo no he creado mi Obra sino por eliminación, y cada verdad adquirida no nacía sino de la pérdida de una impresión que, habiendo chispeado, se había consumido y me permitía, gracias a sus tinieblas liberadas, avanzar más profundamente en la sensación de las Tinieblas Absolutas. La Destrucción fue mi Beatrice.