Siempre son dos los que se leen.
de Emergencia -II, de Eduardo Hervás
Dos que se leen2
avanzan en la opacidad de la sangre
entre los hilos duros de la palabra escrita,
los collares del discurso y
el alma atrapada en la resina.
Una lenta incisión
expulsa el líquido vítreo, el color ambarino,
y la luz entra en la jeringa.
Leemos el vaho,
el poso de su rostro en aquella saliva, y el movimiento
mudo en la brecha como un temblor
de la mano, atravesando el disfraz
entre las fibras del decir y el callar.
Separando el fondo, el límite sin forma,
recurrimos a la memoria,
al dulce canto de la golondrina entre los labios
para rasgar el velo de su infranqueable espesura,
de su duro vértigo sin sentido, de su azogue
crecido en la ceguera,
reconociendo fuego y viento y animales sobre el lugar,
de hilo a hilo2
decidido a levantar la piel de la muerte
y saltar en la crecida
a su boca que anunciara un fin.
Mas allá de esta desnuda posición
que nos coloca ante el abismo,
de estos rojos gestos que la pluma araña,
resta la indiferencia de la materia seca y empantanada,
y la vertical memoria retorna a la sangre,
calmando de nuevo la superficie trisada del escrito,
dejando significar por, simplemente,
deslucir la página, su carne.
Escrito siguiendo Obra Poética, de Eduardo Hervás. Edicions Alfons El Magnanim, 1994.
1 Arboreto: plantación de árboles destinada a fines científicos de estudio.
2 Siguiendo Emergencia, II, de Eduardo Hervás.