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Los animales están muriendo

—Oh, Kimen—

—Yo soy el Halach Uinic,
soy el rey de este caos verde,
mi semen negro me sucede
y en la mano llevo el cetro de maniquí,
el dios de la vida que he inventado.
Mi familia riega las columnas
que sujetan el cielo estrellado
y dos estelas de piedra eterna
me nombran

—Soy un Ah Holpop,
mi vida es una ceremonia
un teatro de comedia, de sangre y elevación
sobre las hojas y la arena,
soy la máscara de cinabrio del cadáver
sagrada tez del amanecer,
y puedo permanecer de pie veinte años
con una flauta en la boca
y un tambor en la mano

—Soy el Nacom,
mi vida de los otros es la muerte,
soy la mano que arranca los dientes
de la boca oscura del jaguar.
Hago collares
y conozco la estructura del bosque
donde el hombre va al amor
de la mano del cuchillo.
¿Amanecerá mañana?

—Soy el Ahuacán,
la cara y el culo de dios, de la tierra
de mi boca nace el tiempo y la palabra
verde y dura de la ceiba.
Consumo su raíz en la noche
cuando el pueblo cree que sueña, que vive,
un presente que no existe,
¡despertad!, les digo con el Sol

—Yo soy el Tupil, guardián del recinto
sin frontera,
yo defino las paredes de la ciudad
y muerdo la madera para conocer
los nombres del enemigo interior.
Hablo con los pájaros y huelo
los orines del pueblo buscando impureza,
nunca duermo


Esto decían, y todos murieron.
La ceniza es la memoria de mi pueblo
y de ella nací yo un día de lluvia.
Yo soy el Che Uinic,
mi hambre no tiene forma,
soy el joven anciano que aún aprende,
y descanso como Jean Harlow
contra el cuerpo enhiesto de una ceiba.
La risa me sucede, y entonces
caigo
sobre el lúbrico humus del bosque
soy olvidado.
No me cantéis más, por favor

ya apenas llueve


oh, Kimen