XEROPIEL
Los aros de la cortina chillan.
Un golpe de luz, su fuente afilada.
Sorprendida, se mueve,
gira la cintura
y el lazo se deshace.
El ojo es más lento que el deseo
y su rostro desaparece en el giro.
Sin embargo, puedo imaginarla:
la fuente luminosa, rápida,
se lanza sobre ella como una lengua.
Acaricia cada poro descubierto,
reteniendo el fotograma,
fijando con su calor el toner de su piel.
Así pausada,
el sentido no es prioritario,
la dirección tampoco.
Me energiza eléctricamente
y toda mi negra hiel te cubre,
fundida, caliente y rasgada,
xeropiel.