TANDEM
Las poleas de la revolución industrial
giran sin sentido, cableadas y rígidas,
como la mente del inventor práctico,
y un ruido seco de cadena marca el aire.
Como en un lago lapidado y manso,
los círculos se multiplican como peces,
repetidos, eslabones, democráticos,
en una trama que amenaza tu tejido:
el taburete se desliza, armazón sin calcio,
y del esquema resulta un ser que gira1,
que sube y que baja,
que ofrece su frígida faz a tu pelvis.
En el centro de tu frente, solar,
los conceptos de realidad y persona rotan,
como las poleas de hierro forjado,
centrípetas en el vapor de la estancia.
Eres la piedra que no cae donde debe,
la piedra que sin fin se detiene en el aire,
la boca que callada ronronea una melodía
en el vapor tóxico de la empresa.
Hay un ensamblaje de todo que tú sientes,
como el perro advierte el límite de la cadena,
una apología del círculo rematado y manso,
tan lejos del disco solar de tu mente.
Por eso miras hacia adentro, y sonríes
a tus hojas radicales y envainadoras,
a tus flores de forma y coloración extraña,
mientras sostienes el premio de la industria.
No es el paraíso perdido sino un agua detenida,
acatada por la dócil pose de la técnica:
la profundidad es una ilusión, fingida,
y sobre la superficie se despliega el fango.
1 "imaginaba, lleno de terror, que un día no me quedaría más remedio que sentarme delante de una modelo sobre un taburete". _Alberto Giacometti.