PINTURA
apenas en la caverna, en su boca,
manchado de luz del día,
restrego la sangre de mis manos en los muslos
y pinto con ella mis labios y mejillas,
mirando al sol como a un espejo
giro, caigo y olvido
la frontera entre pies y manos
avanzo como un perro negro
en un atardecer de piedra húmeda
hacia una noche enclaustrada
quemando grasa y pisando mierda
anticipo la muerte que me es debida
mi olor, mi piel y mi cabeza se abren
en un placer de fuego insuficiente
–es más luz alucinada,
es menos razón perseguida–
la pared de roca duplica mi carne
en este antro que dice mi nombre
con gotas y chasquidos
donde un arañazo es una línea
y la sangre, color
somos dos esferas concéntricas:
mi cráneo evaporado
y la sala intuida que me alberga, sofoca y satura
la imagen de dios aparece entre las rocas
curvándose,
donde el agua apenas descansa,
y un lodo de siglos apretados y negro
escupe su forma
todo eso que los ojos ignoran
y la sangre concibe