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Ophidia

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OPHIDIA



Solo al cerrar los ojos, Ophidia,
atravieso el espejo de tu pellejo sin morir:

solo entonces veo retorcerse tu membrana,
en un jarrón alginoso1, submarino,
en una caricia interior y circular sin fin;

ese afecto ondulado dibuja tu piel,
reparte tus vértebras.

Tus párpados me confunden, parecen cerrados
en esa alteración de escamas y poros,
pero en el fondo de su transparencia
hay un aliento que reposa, que respira
el tiempo atrapado en ti.

Cuando la lengua ya no lama
y las curvas agotadas ahoguen el aire,
abriré los ojos para buscar los tuyos,
prensiles y húmedos de barro.

1 neologismo: "de algas".