SATURNALIA, o Madame Tristana
un oasis tiembla en el horizonte,
mi boca seca te mira
embelesada por una luz blanca de hueso
y la infinidad de nuestros reflejos
aquella mala noche
que tiré una piedra a tu balcón
levanto despacio la cabeza
los caracoles lamen mis ojos en la tierra,
la fuerza por un instante desaparece
y mientras retrocedo, entre la maleza
siento mi aliento en la mano,
la vegetación me ensombrece y devora,
nada se opone ya a que mi lengua muera
y habla como si le faltara tiempo, que le falta,
habla voces, luces y humus negro
y la sombra verde de la vegetación le acuna
la saliva enturbia mi vista
y el cuerpo y el rostro en el centro del arco
alimentan, ciegan y matan,
dentro está nevando
allí donde es imposible esperarla,
el desierto donde se prologó el juego,
es un magma que se retuerce
que no acaba de tener nombre ni rostro
como la vida que se arrastra bajo el suelo
perdida entre raíces, gusanos y topos
un instante abandonado de gravedad
donde las flores secas sobreviven,
mi boca no comprende ese espacio:
el hombre, como una rata de mil años
se deja caer sacudiendo la cabeza
y muere entre las ramas y las hojas secas,
no es más que una piedra en un cristal
contemplación ciega de sí mismo
A la hora de escribir sobre una imagen del pasado, puedo dejarme llevar por lo que esa imagen ahora me sugiere, puedo utilizar los recuerdos de su creación, o puedo mezclar ambas posibilidades. De esta imagen (collage) me quedaba el título, Mujer en el balcón. Supongo que eso me llevó mentalmente a la escena del balcón de la película Tristana, de Luis Buñuel. Aparecemos, por tanto, Saturno, el mudo, Tristana, la coja y Madame Edwarda, el fantasma, en esta interpretación de la escena. Hay una primera versión de este poema, más literal, acerca de esa misma escena aquí.