—a mi madre, Aurea,
en todo lo que habré olvidado.
Él se descomponía,
pero a cada paso
se rehacía
reciclando su vómito
escrutando su mierda
las palabras
ahondando
el pozo
de la memoria
sucio de ecos y reverberación
—siempre
con los ojos cerrados—
y como una frágil planta vitaminada
se eriza bajo el sol falso del flexo,
veía reaparecer su nombre
su alargada sombra en la acera, o
sobre la pared,
¡su nombre!
¡su nombre
incluso en la boca de ella!
en su lengua y su saliva
resbalando
de esa boca que no existe,
corriendo sin moverse en su mirada
cómica marioneta presa
en el primitivo cine de Alexander Bergman,
un praxinoscopio
un teatro óptico
una ilusión divina,
un valle que te devuelve el eco, otra vez
un espejo que no comprendes
—spooky action at a distance—
Banister disparando enloquecido
su propia vida
ella en el reflejo
la distancia
el anhelo de vivir
galería de tiro
feria multiplicada de los sentidos
que envuelve su arma
él se reconstruía en la memoria,
en esa memoria cajón desastre,
en cada paso
en cada vértigo
en cada posibilidad
—un puzzle de piezas perdidas—
—lo que sale por lo que entra —decía,
orgulloso,
sin poder comprender cuánto había entrado.
y así, celebrábase
ya nadie me canta
Вечная память [Viéchnae Pámiet]
memoria eterna