… y me asombro ante aquellos que viven
y giran en la pecera de mis ojos.
los peces no piensan
el fondo imposible es un sueño
y el beso es definitivo, una caída,
no miran al cieno ni a la bruma del sol,
y el goteo de los días les sorprende
frente al espejo
cuando alguna burbuja explota y tiñe su mirada,
vosotros que vivís, decidme,
cómo es respirar con branquias
cae la tarde, al fondo, el día desaparece
y los escaparates se iluminan, tenaces como la muerte,
abajo, en el tránsito que construye el sentido,
bajo el agua del nacimiento, sobre el barro de los antepasados,
aquellos que viven recogen el gesto
y bostezan igual que las hojas de la ceiba
y en su boca entran palabras y animales.
luego caminan, sin premeditación,
como si el viento les llevara discretamente
a un escondite que llaman hogar
no queda rastro de su paso entonces,
huella de su agua ni olor de su aire,
y en un charco aparece la luna blanca, rota,
royendo sus huesos
chupando sus ojos como golosinas,
bebiendo de sus bocas las palabras y los anhelos,
y sobre su cama
los animales apenas bregan
apenas aúllan su nombre contra la luna.
vosotros que vivís, decidme
para qué amanece mañana