I
en el ángulo oscuro de mis compañeras
el agreste incienso de la humedad
las gélidas luces de los recuerdos
el collar inorgánico del temporal
perlas diminutas embriagadas
ritmo sordo de coral, y despecho
del último día, acunado en la cocina
II
Poco a poco,
el frontón se moteaba de lluvia,
lento el paso del temporal.
Podía contar cada gota sobre el muro
hasta completar el puzzle,
el océano vertical que,
una hora después,
desaparecía de la mano del sol.
Y de su mano volvían ellas,
mis prímulas,
que con sus gestos y palabras,
o simplemente con su presencia,
cumplían mi collar del verano,
lejos de la ciudad,
mineral dormido, veta olvidada y rota
de corales rojos y violetas y amarillos,
que perdió para siempre su espejo,
pero no su mirada
ni su oscuro ardor adolescente
de perro encelado.