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Se juega

Juego de miradas sobre un suelo ajedrezado



Se juega,
oblicuamente,
no podía ser de otra manera.

Ella, atravesada en esas diagonales,
vive, sin embargo, fuera del juego.

Hacia abajo,
donde están todas las posibilidades de movimiento,
sus ojos encuentran primero un orden diferente,
igualmente gris desde tan lejos,
igualmente resonante,
como un dedo a lo largo del peine,
un pequeño laberinto aliado del sueño,
una soberanía cotidiana y anterior al suelo,
una muñeca melancólica que se mira lentamente...

El juego más estático y por eso, singular.

Siendo oblícuo, deslizaría cabellos,
perdería extremidades, alborotaría alientos,
prendería fuegos.
Pero no.

Del interior hacia afuera, ni eso ni prisa,
ni ante los caballos locos y desorbitados
ni menos mis ojos,
encallados como putas en la espalda,
tu espalda, contemplativa y rígida,
como las letras del libro
o el ajedrez del suelo.

...

Quizá no se juegue.