si la verdad existiese
borrada en la memoria
como lengua superpuesta
mi mano traspasaría el umbral de la saliva
más allá del furor detenido
frente al hombre, el animal,
el gozo interrumpido por el nacimiento
y la certeza
no existe la muerte,
existen los muertos, dice Chantal,
no, no existen los muertos
existe la memoria
la memoria tampoco existe
se olvida
¿y el olvido, existe?
¿existe el olvido!
caminos que salen al paso
la piel se eriza en su presencia
la palabra espera a la vuelta de la esquina
—pliegue de tiempo que ignoro—
para penetrar mi boca
agujero en mi cabeza
olvido que temo
olvido de mí mismo que temo
palabras inútiles
enchufado a la máquina de la vida
como si la verdad existiese
me dispongo al acontecimiento
evitar la memoria es imposible
escribo sobre ella como sobre una ciénaga
como se tatúa un cuerpo desnudo
y cada palabra aumenta la dispersión
hasta desaparecer en la memoria
como en un océano de luz
o en un vertedero
su lucecita se vela
recuerdo ahora algo así:
una vela temblaba
tras la ventana vahída,
y sin embargo era
Un negro ojo en la costra de hielo de una ventana.
(…)
Una vela ardía en la mesa. Ardía una vela.
de El doctor Zhivago,
¿qué son entonces aquellas palabras?
toda mi memoria es mutación
permutación
sospecha del cambio y olvido
juegos de la verdad
en una sala de espejos
donde nadie gana ni muere
y un gato persigue los reflejos
sin preguntar,
él no lo sabe, pero está escribiendo