en este viaje que no admite
equipajes pesados
el sujeto es siempre una carga
excesiva1
el cuerpo de un crimen
un objeto que no conozco
ni conoce
del que quiero deshacerme,
un extranjero que me mira en el espejo
como si fuera un beso deseado
el sujeto de una acción
que predica en un desierto de días,
un amor no correspondido
que besa en las manos lo que su cuerpo pierde
por eso, perderle
perderse
donde nada me represente ni diga,
evadir la frontera
no sólo de la piel, que es poco territorio,
también de la voz, que es vapor del alma
impotente,
evadirme de todo lo que me represente
y aliviar unos hombros que ya no serán míos,
aliviar
expandir
diluir
la pose
el espejo
el sujeto que se celebra
la imposibilidad de nombrar la propia inexistencia
para cuando no sea el sujeto de mi oración
tampoco habrá necesidad, ni potencia
ni vacío
ni angustia,
mientras tanto
palabras,
solo palabras
y la mano contoneándose entre las hojas y el humus,
y en la boca, el poema
royendo mis dientes
chupando mi lengua
como un perro hambriento
que no cesa de vivir
vivir no ser testigo de uno mismo
ausente
inconsciente
no lo entiendo
ni esa posibilidad
siempre ladrando vivir
1 Virginia Trueba Mira, de la introducción a En un principio era el hambre, de Chantal Maillard.