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Morenglos

tú y yo en Morenglos
caminando sobre las almas,
contra la piedra, hermana,
doblegada por la mano,
cara al frágil tótem de la espadaña,
la sucia boca de la cripta
es el eco del tiempo detenido,
una burbuja de soledad, de nada,
aire encerrado en un puño,
donde gira el canto del arrebato
y la luz

estamos fuera de lugar, en Morenglos,
vestidos como bestias,
como astronautas, como metales,
solo nuestra piel desnuda
igualaría a la piedra en su pureza,
solo nuestra carne lacerada,
vencida por el invierno,
podría vivir en su tumba,
cabeza en el ocaso
como hierba o escarabajo
y ser noble

hermano,
 veo la hojarasca cubrir tu cara,
 y espigas brotar de tus ojos y tu boca,
 veo tu huella, negra como el limo,
 haciendo nacer la vida en la roca,
 donde un día te colocaron a descansar,
 recogido como un huevo,
 frágil como la memoria
 de Morenglos


entrar en la caverna
es interiorizar la memoria
el hogar desaparecido,
su ardiente techo negro,
la monotonía de su largo invierno,
la imposibilidad de encontrar
dos piedras gemelas,
dos hojas iguales,
entrar en la roca
es beber su aire mineral en las manos

la zarza del tiempo
ha borrado las huellas,
ha suavizado los vértices,
la piedra es carne fosilizada
y lo que ayer fue trabajo
hoy es sagrado devenir del tiempo,
derrumbe de las almas contra la piedra
y petrificación de la mirada

este yermo es un lento espejo
un dibujo mineral del contorno
de nuestras almas, melancólicas,
que un día romperán el azogue
de la carne

tú y yo en Morenglos
estamos vivos, amor,
como zarzas, cardos y malas hierbas,
como la luz del sol abrazando la piedra
al atardecer

A propósito del despoblado de Morenglos, concretamente de su escenario religioso.