no ves la mano negra de dios caer sobre tu cara
no ves su nombre abrirse en el suelo como una herida
en tu carne, como un dragón
como un beso de amor envenenado
el secreto es su ley
nadie sabe quién le acompaña
un viaje por otro viaje
una vida que no cambia
sus manos en tu rostro, en tu sexo
no ves su nombre abrirse en tu pecho
cargado de terror
imposible imaginar la boca de nunca, la mística entraña
oh silencio de la esfera
aturdido de palabras como buitres lloviendo
enfilando los cables de la luz
tensando el cuerpo
tus ojos exhaustos
—límpialos entre mirada y mirada—
la escultura de su vientre aparece fatua
exhala, oh triste, el aire de tu pecho hundido
sentado junto al camino
con la piedra entre tus manos
viendo caer del cielo negras palabras
que tumban edificios y levantan ríos
oh río detenido
en la embocadura de tu sed
la más alta veneración solo conduce a la condena
y ésta no tiene gloria, corona o edad
solo es una palabra ávida que cae sobre los pobres
escupida por la boca de dios
despertad, matad a dios
no veis su mano caer contra vuestra cara