“Pero la vida continuó, inexplicablemente”
Leopoldo M. Panero
Pero la vida continuó, inexplicablemente,
rodando la cuesta del tiempo, insomne,
donde late el músculo involuntario,
como la pelota cae por la escalera
y Sísifo espera, abajo, cancerbero
corazón de piedra y tiempo geológico,
incomprensible,
indescifrable aún por la física,
este contenedor decoraba sus paredes
cuando mi mente lo detenía
pequeña muerte es el poema
—recuerdo el jugar infantil a perder la conciencia,
qué sabiduría en la infancia—
pequeño juego es del poeta
escribir en su propio vaho el nombre de la madre
y al salir del túnel
la transparencia, el cristal,
su felicidad,
¿dónde fueron las palabras
muertas en el oscuro túnel?
¿quedaron allí?
—y todo pasa de esta manera—
la vida continúa, inexplicablemente,
borrando la muerte que son los recuerdos,
borrando el poema que mañana
será cadáver, fotografía u olor,
estrella motor que no se mueve
contra la oscuridad del tiempo y su río
lleno de cantos y hierbas
—aquellas sinuosas y verdes hierbas
como serpientes en la corriente del río,
en Solaris—
travel without moving, diría la princesa,
y la especia es el poema o
quizá, solo su necesidad,
la necesidad de parar la corriente del río,
como clavar una estaca en su seno
y esperar a que el roce la desprenda,
allí seguirá después empero
pero yo no seré el mismo, seré un extraño
en el paraíso imposible del poema
todo lo detenido está vivo,
todo lo que corre es muerte,
y yo solo veo pasar el poema quieto
tras la ventanilla del tren nocturno