Reino inferior, morada,
confesión negativa escuchada, quizá,
corazón pesado, ya,
Oh, Ma’at, abre mi boca,
que yo no he hecho tal cosa, diré
—Llora Chac en su nube—
Dame entrada airosa al Xibalbá,
ámbito subterráneo de pilonos,
salas y corredores,
hilo roto del laberinto que llamas vida,
obstáculo del camino, Duat,
en esta capa del cosmos
entre el ocaso y el amanecer
entre arriba y abajo, un espejo,
rincón de la sabiduría inútil,
de la perplejidad de la mente blanca,
de los ojos vacíos ante la niebla.
En la canoa alcanzo tu noche,
las cotorras aúllan en el árbol
y veo caer hojas de dolor sobre el musgo
desnudo
Salida hacia la luz del día
sin agua ni aire,
portal del Amenti, reino del centro,
el poema nace en el filo de tu umbral,
ante el vacío.
¿Me mirabas?, dice el cenote
hambriento de lluvia y hueso,
el poema es la piel de mi pensamiento
el vapor que emana de mi boca, continúa.
Un hilo, una guía imposible,
una vasija de barro contra el maleficio
contra el hombre
contra el miedo,
fórmula y gesto mágico contra la razón:
Soy el perturbado cielo, dice el poema,
no soy ni malo ni bueno, oh Chac Mool,
yo solo dejo la palabra en tu vientre