el inútil enigma de la vida
al final, como un regalo,
el olor de la carne ofrece,
como los días de lluvia cerrados bajo las hojas
huelen los caracoles
y los dedos mojados se hunden
en el sexo negro de la noche,
a oscuras,
cuando tampoco los ojos tienen ya sentido
y todo, perdido, en un tiempo sin hora,
calla incluso, el nombre del fin,
como el castillo hueco, abandonado
de mi cráneo desprevenido
ante la agonía lenta del olor en mi mano,
enigma de la carne presa,
difícil muestra de vida incierta
oscura flor del momento inciso
oscuro el lamento cálido de la boca
blanda en que brota el no-pensamiento
cuando la carne se abre en la tierra
un confuso eco en la cueva nombra
un fantasma desnudo bajo la sábana
que huele, dulce, a ruina,
el inútil enigma de la vida
el afilado cuchillo de la carne,
el amor, querida,
no está en las palabras