Hubo un último instante, —ahí está la huella, limpia,
acariciando una falsa eternidad comparada,
el peso dibujado por el soplo
como un resto de palabra que trae el viento—.
¿Qué petrificó la huella, tendida
cian contra el cielo espejo de dolomía?
¿Qué animal dejó aquí su transido rostro,
su rumiar del cotidiano castigo?
Capa sobre capa el tiempo, encierra la historia
insignificante de las especies,
hoja contra hoja unidas por el canto
cuaderno lívido de indiferencia y olvido
como un rumor que
una vez revelados
palabra y paso, animal y poema, acaso alegría o espanto,
resta dibujado en gelatina de plata y siglos,
en la emulsión de carbonato de cal y magnesia
ahogado latido en este mar somero que fuera
página de piedra o asamblea.
Se acercan las lluvias de nuevo.
A lo lejos, el mar
te nombra en su lengua incesante
para negarte espacio, memoria y aliento.